Revista La U

Defensa Nacional y Soberanía

La pretensión de cambiar el rol de las Fuerzas Armadas merece aquí una reflexión del autor. Le sirven de disparador las conclusiones de la Cátedra de Defensa Nacional de la Universidad Nacional de La Plata creada en 1944 durante la segunda guerra mundial.

 

Por Elio Noé Salcedo*

El intento de trasladar las FF.AA a Seguridad Interior, aparte de comportar un despropósito, resulta un intento de dejar al país sin Defensa Nacional, con la gravedad que esto supone, por varias razones, pero en primer lugar porque Defensa Nacional es equivalente a Soberanía Nacional.

Si la pretensión de reprimir al pueblo es ya un propósito nefasto, el dejar al país sin Defensa Nacional lo es doblemente, porque el verdadero sentido y propósito no es otro en ambos casos que imponerle al país una indefensión tal que lo entregue de pies y manos al enemigo exterior, no solo en lo financiero, económico y cultural sino también en lo político y territorial.

Más allá de la calificación de anacrónica con la que muchos reputan la guerra, sin reparar que las grandes potencias se hayan armadas hasta los dientes (aparte de ocupar una de ellas nuestro territorio), lo cierto es que en la moderna concepción de la guerra entran en juego todos sus habitantes (el pueblo que se pretende reprimir), todas sus energías, todas sus riquezas, todas sus industrias y producciones más diversas, todos sus medios de transporte y vías de comunicación, etc., siendo las fuerzas armadas únicamente… el instrumento de lucha de ese gran conjunto que constituye “la nación en armas” (1).

De más está decir que un país es más indefenso cuanto menos energía, riquezas, industrias y producciones diversas tiene y cuando su pueblo está menos preparado y consustanciado con el espíritu soberano de la defensa, imposible de obtener si se lo reprime o se lo margina. De hecho, la represión al pueblo se contradice de plano con esa concepción de Defensa Nacional.

El concepto de “Nación en armas” o “guerra total” es en cierto modo la teoría más moderna de la defensa nacional, por el cual las naciones buscan encauzar en la paz y utilizar en la guerra hasta la última fuerza viva del Estado con el fin de conseguir su objetivo político (2).

En el mundo que vivimos, altamente competitivo y por lo mismo tremendamente conflictivo, la guerra no es sino la continuación de la política y la economía por otros medios, lo que impone un mentís categórico a quienes abominan de las Fuerzas Armadas o las utilizan para otros fines. Los primeros, todavía no terminan de entender que “si quieres la paz debes prepararte para la guerra”. Los segundos, directamente quieren rendir al país a los pies del mejor postor extranjero.

Por esas razones, la guerra no es una opción voluntaria de los hombres de armas que pretenden una guerra a toda costa para ejercitar sus habilidades, sino “un fenómeno social” prácticamente “inevitable” (3) de una manera u otra: como instrumento de la defensa o como instrumento de la reconquista, si dejamos de lado la opción imperialista (para apoderarse del territorio y de los recursos de otros), que no es nuestro caso sino el de nuestros enemigos, opción esta última por lo cual y para la cual resulta necesario defendernos y prepararnos.

En el caso de los países dominantes, las armas no son sino la vanguardia (o retaguardia) de un ejército de intereses que vienen a tomar posesión de lo que creen que es suyo, por dos razones: porque son más fuertes (y esa es razón suficiente para ellos), y porque defienden su propio interés nacional y el de los habitantes de las naciones a las que representan.

La guerra social o grieta que padecemos (detrás de la que se alinean consciente o inconscientemente los distintos sectores sociales) no es otra cosa que el reflejo de los intereses en pugna que existen, para cuya solución no basta con plantearnos objetivos respecto a las formas democráticas o republicanas –que son las primeras en quedar en el camino o fáciles de aprovechar por el enemigo- sino objetivos nacionales que tienen que ver con la fortaleza para poder sobrevivir en un mundo tremendamente competitivo, cuyos intereses están respaldados por el poderío de las armas.

Aspirar a nuestro natural engrandecimiento, desear vivir en paz y querer ser el pueblo más feliz de la tierra cuando la naturaleza se ha mostrado tan pródiga con nosotros, resulta un propósito encomiable y posible, pero ello resulta ingenuo y utópico en un mundo tan competitivo si no tomamos las previsiones del caso y no nos ponemos a trabajar con todos los sectores de la Nación (trabajadores, profesionales, fuerzas armadas, intelectuales, empresarios, comerciantes, religiosos, etc.) y junto a nuestros hermanos latinoamericanos en un proyecto viable de Nación, con las previsiones y fortalecimiento del caso. En ese caso, si tenemos en cuenta que el Bienestar de la Nación es un problema integral que abarca totalmente todas sus actividades e instancias y todos sus preciosos recursos humanos (civiles y militares), técnicos y materiales, una política de devastación de la Nación, como la actual, debe ser totalmente descartada.

Como advertía el Gral. Perón entre 1951 y 1953, “un grave peligro se desplazará sobre los países de mayores reservas territoriales aptas. La amenaza procederá de un imperialismo triunfante…”. “Sudamérica es la zona del mundo donde todavía, en razón de su falta de población y de su falta de explotación extractiva, está la mayor reserva de materia prima y de alimentos del mundo… Nosotros marchamos con una ventaja frente a las demás zonas del mundo que han agotado sus posibilidades de producción alimenticia y de provisión de materias primas”… “Pero precisamente en estas circunstancias radica nuestro mayor peligro”… “Es esa circunstancia la que ha inducido a nuestro gobierno a encarar de frente la posibilidad de una unión real y efectiva de nuestros países (el ABC de Argentina, Brasil y Chile), para encarar una vida en común y para planear, también, una defensa futura en común” (4).

El futuro ya está entre nosotros y no hay escapatoria: “Unidos seremos inconquistables; separados, indefendibles” (5). Mas, sin duda, ello conlleva la inteligente decisión de combinar “la fuerza de la política” (Soberanía Integral: política, económica y cultural, Justicia Social y Unidad Latinoamericana) con “la política de la fuerza” (Defensa Nacional). En el actual contexto geopolítico internacional, apartar a las FF.AA de la Defensa Nacional importa una verdadera traición a los intereses de la Patria.

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana.

 

Notas:

1- Concepción de la Defensa Nacional expuesta en 1944 en la inauguración de la Cátedra de Defensa Nacional de la Universidad Nacional de La Plata por el entonces Ministro de Guerra de la Argentina, Gral. Juan Domingo Perón.

2- Ídem.

3- Ídem.

4- Diario Democracia (1951). Discurso ante el Embajador de Brasil (1951).

5- Exposición ante oficiales de la Escuela Superior de Guerra (1953).


Imagen de portada: «Combate de la Vuelta de Obligado», mural de Rodolfo Campodónico. Fuente: https://www.trenquelauquen.gov.ar/la-ciudad/cultura/murales-de-campodonico/

 

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