Revista La U

Natalicio González, un pensador desconocido

Amigo de FORJA, a cuyos integrantes conoció en uno de sus exilios en Buenos Aires, Natalicio González resulta -junto a Saúl Taborda, su “alma gemela”-,  un caso paradigmático de silenciamiento, marginación u olvido en América Latina.

 

Por Elio Noé Salcedo*

Si ahora mismo preguntáramos en cualquiera de nuestras Facultades, carreras o cátedras, ¿quién fue J. Natalicio González?, seguramente no habría alguien que supiera contestar esa pregunta, a no ser que fuera paraguayo o tuviera parientes en aquel país hermano. Pero si preguntáramos por alguna figura europea, presidente o intelectual, probablemente algunos o muchos podrían sacarnos de la duda. Semejante constatación nos pondría en la huella de reconocer un fenómeno que Arturo Jauretche –fundador de FORJA y uno de nuestros grandes intelectuales nacionales- llamaba la “colonización pedagógica”, tema crítico para reflexionar en momentos en que, a poco de haber celebrado los 100 años de la Reforma Universitaria, las universidades argentinas encaran la “internacionalización” de la educación superior.

Pues bien, ¿quién era J. Natalicio González?

Natalicio González –llamado en el Paraguay el ‘pynandí tendotá’ (“guía de los campesinos”)- fue un pensador y presidente paraguayo que ejerció la primera magistratura constitucional de su país por muy poco tiempo -entre el 15 de agosto de 1948 y el 30 de enero de 1949-, pues la intriga de los sectores “democráticos” de su propio partido –el Colorado- empujó a la sublevación militar que puso fin al osado y “destellante experimento guaraní de un Estado Servidor del Hombre Libre” (1).

Haciendo una síntesis entre tradición y revolución, para Natalicio González, el Estado Servidor del Hombre Libre debía ser “un ente moral… a cuyo fin se impone restablecer instituciones seculares como el juicio de residencia, basado en la ley, pero no en la ley dogmática sino en aquella que se deduce de la sociedad en la que se vive”. De acuerdo a su concepción nacional y popular, el Estado no debía ser una maquinaria como la del Estado liberal, que “se caracteriza por su esencia negativa, por el afán de restringir su actividad a meras funciones burocráticas y fiscales, sino un organismo vivo, que subvenga a su propia existencia por su acción creadora”, que “no renuncia al dominio y explotación directa de las riquezas básicas del Paraguay ni al monopolio de los organismos económicos que controlan las transacciones” (2).

De esa manera, y de acuerdo a las enseñanzas y sugerencias del veterano luchador Juan O’Leary y del joven y talentoso Blas Garay –tal vez lejos de Montesquieu, aunque seguramente más con los pies en su propia tierra-, Natalicio González buscaba ahondar los fundamentos del futuro Estado paraguayo, un Estado queno se desentienda, como el liberal, del bien común, sino que lo tenga como su razón de ser” (3).

Se puede entender claramente por qué su gobierno de los campesinos y del pueblo paraguayo duraría tan poco, en el mismo momento que intentaban prácticamente lo mismo el general Perón en la Argentina, el general Ibáñez en Chile y Getulio Vargas en el Brasil. Intelectual a la vez, y en contacto con los argentinos de FORJA desde su anterior exilio, le escribía a Gabriel Del Mazo: “En cuatro meses hemos realizado lo que no se hizo en 20 años” (4).

Según refiere el historiador Roberto Ferrero, en esos cuatros meses, Natalicio “apoyó firmemente las empresas mixtas COPAR y COPAL (creadas en el gobierno anterior) para el fomento agropecuario, y mantuvo el monopolio estatal de la nafta que él mismo había establecido en su paso por el Ministerio de Hacienda en el gobierno de su antecesor; creó la Dirección de Industrias paraguayas (DIP) y las empresas estatales Administración de Empresas Fiscales (ADEP) y Administración Nacional de Electricidad (ANDE); hizo aprobar por el Parlamento la Ley de Colonización de Misiones, que modificó a su vez el Código Agrario, estableciendo la facultad del Estado para expropiar tierra privada en razón de su función social; impulsó el Crédito Agrícola de habilitación para favorecerá los pequeños propietarios; y estableció el Sistema de Colonias Agrícolas: una colonia cada 100 familias, a las que se le entregaba una casa y entre 10 y 40 ha por familia, asesoradas en sus tareas por un experto en materia agropecuaria. En el plano de la Educación y la Cultura, comenzó por elevar el presupuesto universitario a más del doble y se puso personalmente a estudiar las modificaciones a la enseñanza en el espíritu de la Reforma de 1918, implementando la enseñanza bilingüe castellano-guaraní y la vivificación del espíritu nacional” (5). Tenía en su planes, según el historiador, ferrocarriles, caminos, un millar de escuelas en cuatro años, una represa sobre el río Tebicuary para hacerlo navegable, una gran acería, energía hidroeléctrica producida por el abundante sistema fluvial guaraní y otros planes no menos ambiciosos.

El mismo Gabriel Del Mazo escribiría lo siguiente sobre el “insigne paraguayo y americano”:  “En un tiempo en que arrastradas por un afán frenético de europeización, las clases dirigentes consideraban como un infalible artículo de fe la conveniencia de copiar al pie de la letra las instituciones ultramarinas para dominar “nuestra barbarie” y para encauzar por ellas el desenvolvimiento histórico de los pueblos americanos, Natalicio González insurgió contra semejante actitud y, llevando a sus consecuencias doctrinales la empresa de reivindicación histórica con la que O´Leary valoró y realzó para siempre los rasgos del espíritu paraguayo que se ligan –en los grandes acontecimientos del siglo pasado- a los nombres del Dr. Francia y de los López precisamente porque se engendraron en la entraña viva del pueblo, demostró la radical inadecuación de la constitución escrita a la constitución inmanente del genio nativo. Su crítica no se detuvo en el análisis de las instituciones importadas. Dispuesto a concluir con la tesitura de los ideólogos que en el Paraguay, como en todos los países de América –para justificar el vasallaje a la civilización foránea- proceden desestimando y vilipendiando lo propio, González acometió la tarea de mostrar que el Paraguay es una entidad espiritual típica que se desarrolla en el tiempo histórico de acuerdo a rasgos peculiares e inconfundibles” (6).

 

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana.

 

(1) (2) (3) (4) (5) Ferrero, R. (2012).  De Morelos a Morales. Apuntes Latinoamericanos. Córdoba: Ediciones del CEPEN.

(6) González y Contreras, G. (1951). J. Natalicio González, descubridor del Paraguay. Buenos Aires: Editorial Guarania.


Fuente de la imagen: https://telefuturo.com.py/noticia/26947-Hoy-en-nuestra-historia–En-1949-derrocan-al-presidente-Natalicio-Gonzalez

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