El planteo de la descolonización pedagógica y/o descolonialidad epistemológica no es nuevo y ha sido transitado por numerosos autores latinoamericanos en el intento por darle una identidad y un pensamiento propio a nuestro continente-nación. En tiempos de globalización esta reflexión adquiere mayor actualidad.
Por Elio Noé Salcedo*
Si es verdad que todo tiene que ver con todo, el economista nacional Aldo Ferrer –desde su ciencia específica- parece dar la clave de la necesidad de un pensamiento propio, un pensamiento nacional, un pensamiento nacional latinoamericano, en la medida que, como ya ha sido demostrado por el revisionismo histórico científico (1), somos todavía una Nación inconclusa y no deberíamos cejar en el intento de concluirla sobre bases sólidas, sobre todo en tiempos de “globalización” (y de gran confusión).
Sostiene Ferrer: “La experiencia histórica y la contemporánea son concluyentes: solo tienen éxito los países capaces de poner en ejecución una concepción propia y endógena del desarrollo y, sobre esa base, integrarse al sistema mundial” (Ferrer, 1999) (2). ¿Cuál sería entonces la clave, base o garantía de ese desarrollo endógeno?
Hablando de ella, apenas terminada la guerra de la Independencia en la batalla de Ayacucho (9/12/1824), Simón Bolívar proponía “darle a nuestra existencia una base de garantía” a través de “la federación”. “Estoy bien persuadido –escribía- que sin esta federación no hay nada” (3), pues “ninguna nación se hizo nunca estimar… ninguna se hizo respetable sin la unión que la fortifica” (4).
Esa concepción propia y endógena del desarrollo –base de nuestro “éxito”-, ciertamente tuvo su primera síntesis en el mismo Simón Bolívar, ya que si bien existía una concepción originaria del mundo anterior a Bolívar (las creencias, filosofía y mitos de los pueblos indígenas del continente americano), ella no incluía, por razones de tiempo, obviamente, a la nueva raza –raza cósmica la llamará José Vasconcelos-, nacida después de los trescientos años de historia común y de la mestización genética y cultural de los hijos de la madre tierra y del padre conquistador (mal que nos pese), y enseguida nomás de los hijos de los hijos nacidos en esta tierra, que conformaron después de 1492, hasta nosotros, la raza y civilización latinoamericana.
A propósito advertía Simón Bolívar, cuyo pensamiento -negligentemente desconocido entre nosotros-, ha quedado escrito como legado para las actuales generaciones: “Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo ni el americano del Norte… (5). Y si “la excelencia de un gobierno no consiste en su teoría, en su forma ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye” (6), por la misma razón, la educación debería ser una consecuencia y expresión de “una concepción propia y endógena del desarrollo” (es decir de una concepción política y/o geopolítica con mayúscula).
En ese sentido, se preguntaba Bolívar con gran conocimiento de causa en su Discurso de Angostura (1819): “¿No dice el Espíritu de las Leyes que estas deben ser propias para el pueblo que se hacen; que es una gran casualidad que las de una nación puedan convenir a otra; que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos; referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡He aquí el Código que debíamos consultar, y no el de Washington!” (7) ni el de Europa. Mas, todo eso no puede hacerse realidad sin un sistema de ideas propias de referencia, que la educación (propia y apropiada) debe proveer.
Casi como una advertencia a las generaciones actuales, ya fracasado su intento de federación y unidad, expresaba Bolívar un año antes de su muerte: “Ya es tiempo de pensar sólidamente en reparar tantas pérdidas y asegurar nuestra existencia nacional” (8).
La reconstrucción integral de la Patria Grande
Consustanciado con aquel pensamiento bolivariano, José Martí (1853 – 1895), símbolo de la independencia cubana y seguramente inspirador del movimiento reformista, completaba: “A adivinar salen los jóvenes al mundo con antiparras yankees o francesas (1853 – 1895)-, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen”. “Conocer el país –antes de salir al mundo- y gobernarlo conforme a ese conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías”. Por eso, “la Universidad europea ha de ceder a la Universidad (Latino) americana”, pues “ni el libro europeo ni el libro yankee dan la clave del enigma hispanoamericano”. “La historia de América, de los incas a acá –advierte Martí-, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcones de Grecia… Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos” (9). Por la misma razón, deducimos, ya que es en las universidades donde se forma la mayoría de los políticos, los contenidos nacionales de la enseñanza deberían reemplazar a los contenidos exóticos.
En todo caso, como bien decía otro gran pensador latinoamericano, oriundo de tierras guaraníes –J. Natalicio González (1897 – 1966), contemporáneo y de gran afinidad con las ideas de FORJA (Jauretche, Scalabrini, Del Mazo): “No podemos adoptar para nuestro fin las teorías de elaboración europea, hijas de una realidad que no es la nuestra, a pesar de la universalidad del pensamiento dialéctico. Una teoría capaz de servirnos de guía y de instrumento en la investigación de nuestro proceso cultural –materia pendiente en nuestros planes de estudio- debe nacer del análisis de la vida americana, no de un préstamo del pensamiento europeo” (10). Mucho menos de la administración o coadministración de nuestra educación por parte de Europa, EE.UU u otra nación extranjera, como plantean algunas teorías que adhieren a la “internacionalización de la educación”, sin pasar primero por la “regionalización” (11), o que apuestan sin más a la “integración académica de América Latina y el Caribe con la Unión Europea”, según se sabe.
En sus “Reflexiones sobre el ideal político de América”, Saúl Taborda –ideólogo de la Reforma de 1918, autor del proyecto de Universidad Latinoamericana y gran pensador nacional-, manifestaba: “Es urgente hacer que la manía furiosa de europeización que nos domina no nos impida ser originales, esto es, latinoamericanos por la creación de instituciones civiles y políticas que guarden relación con nuestra idiosincrasia. Que América no esté circunceñida a pensar, sentir y querer como piensa, siente y quiere Europa” (11), EE.UU o algún organismo internacional que plantea la adhesión a una globalización cuyo signo no termina de definirse y por ahora está sujeta al poder hegemónico.
Como podemos ver, la tesis de la descolonización pedagógica y/o epistemológica no es nueva ni carece de sostenedores ilustres e importantes, aunque tiene ya los años que lleva nuestra tardanza y negligencia en reconstruir la Patria Grande: es decir, en ser o no ser definitiva y cabalmente latinoamericanos y, como tales, actuar consecuente y coherentemente a nivel político, económico y educativo.
* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana
(1) Así lo define el historiador Roberto A. Ferrero.
(2) Aldo Ferrer, citado por Carlos Tümmermann Bernheim en el Cap. I. del Libro de la CRES 2018: La internacionalización de la educación superior. Significado, relevancia y evolución histórica.
(3) Simón Bolívar (2012). Nuestra Patria es América. CABA: Editorial Punto de Encuentro, pág. 154-155; (4) Ídem, pág. 211; (5) Ídem, pág. 101; (6) Ídem, pág 105; (7) Ídem, pág. 98; (8) Ídem, pág. 232.
(9) José Martí, citado por Leopoldo Zea en Filosofía de la Historia Americana (1962). México: Editorial Tierra Firme, pág. 290, 291, 292.
(10) J. Natalicio González (1948). Proceso y formación de la cultura paraguaya. Asunción: Editorial Guarania, pág. 12.
(11) Entendemos por regionalización, la latinoamericanización de la enseñanza en el marco del proceso de integración latinoamericana, y en particular de los contenidos de la enseñanza en el marco de la descolonización pedagógica y/o la descolonialidad epistemológica.
(12) Saúl Taborda (2007). Reflexiones sobre el ideal político de América. Grupo Editor Universitario.