Los hechos violentos contra personas mayores son invisibilizados y relativizados. En esa etapa de la vida también existe violencia de género. Modelos que se repiten. Viejas cuestiones culturales.
Por Fabián Rojas
Técnicamente, para la sociedad, una mujer comienza a considerarse “persona mayor” a partir de sus 60 años de edad; los varones, a partir de los 65. Esto es en concordancia con la Convención Interamericana sobre los Derecho Humanos de las Personas Mayores y coincide, claro, con la edad jubilatoria. Para ese tiempo de la vida de las personas, no hay políticas públicas muy claras que ataquen las tribulaciones que ellas padecen, como el hecho de vérselas con la soledad no elegida, con el problema de no poder autovalerse o con la angustia de cómo no convertirse en una carga para hijos e hijas. Estas cuestiones son violentas, y a ellas se suma la violencia de género. Consultada por esta revista, la especialista en Gerontología e investigadora de la UNSJ, Laura Guajardo, dice que la violencia de género en personas mayores “sucede y mucho” y que esos hechos “lamentablemente son los más invisibilizados y relativizados por los medios de comunicación, que no reflejan la dimensión y gravedad de estas situaciones”.
“Cada año se registra un mayor número de casos, tanto a nivel nacional como provincial, porque poco a poco se animan a denunciar. Cabe recordar que, si bien hay muchos casos de violencia física hacia las personas mayores, la violencia económica y psicológica-emocional son las predominantes. También, según informes del Observatorio de las violencias de género, los femicidios a mujeres mayores también han aumentado”, advierte la licenciada Guajardo. Entre 2016 y 2017, la Dirección de Políticas para el Adulto Mayor de la Provincia registró 1.200 denuncias de abuso y maltrato a personas mayores. En lo que va de este año, aún con la cuarentena, no hay registros de un número elevado de denuncias. “Pero hablamos de denuncias, no hablamos de casos”, aclara Guajardo, con lo que queda establecido que hay muchos casos que no se denuncian.
Machismo sin tiempo
Revista La U pregunta a la especialista si las excusas para ejercer violencia de género contra mujeres mayores suelen diferir de aquellas típicas de jóvenes adultos, por ejemplo violencias montadas en celos y posesividad patológica, o si esas excusas también se mantienen en la vejez. “Creer que los celos y la posesividad disminuyen con los años es un mito. Las mujeres mayores también son víctimas de violencia de género por parte de sus parejas puesto que el machismo no distingue edad. Lo que sí sucede es que, como las mujeres somos más longevas que los hombres, las cifras disminuyen a medida que aumenta la edad porque hay más probabilidades de que el cónyuge fallezca antes”, analiza.
Microviejismos o modelos repetidos
Existe propensión a que mujeres mayores, tal vez por sentido construido por el patriarcado a lo largo de sus vidas, denuncien menos la violencia que las mujeres jóvenes. “Muchas mujeres mayores han naturalizado la violencia desde niñas y consideran que eso es lo ‘normal’. Numerosas mujeres han sido maltratadas por sus padres y han visto cómo ellos maltrataban a sus madres, después han repetido ese modelo con sus parejas y hoy son maltratadas por sus hijos pero, por suerte, eso va cambiando, aunque muy lentamente, y cada vez se animan más a denunciar”.
Y algo sucede, dentro de esta vieja cultura machista, cuando las mujeres ya, por ciclo biológico, no pueden seguir reproduciendo y empiezan a envejecer. Algo ocurre desde la mirada hegemónica patriarcal. “Este es un tema muy importante. Culturalmente siempre se ha asociado el rol de la mujer a la maternidad y por ende cuando deja la etapa reproductiva parece, desde la mirada patriarcal, que ya no cumple ningún rol significativo a menos que se convierta en abuela, entonces pasa a ser la ‘abuelita’. Además, la menopausia sigue siendo un tema tabú, se la asocia automáticamente con ‘vejez’, aunque muchas mujeres la transitan en sus 40 años, y se la relaciona también con la pérdida de funciones cognitivas. Es por ello que todos y todas hemos escuchado alguna vez decir ‘está menopáusica’, al referirse a una mujer que ha olvidado algo o que está irritable. Todos estos prejuicios se convierten en ‘microviejismos’, ‘en micro-violencias’ que debemos erradicar”, subraya Laura Guajardo.
Miedo a la “anormalidad”
“Y si una vuelta le toca hocicar, fuerza canejo, sufra y no llore, que un hombre macho no debe llorar”, se erguía Gardel, aunque quebrado, en “Tomo y obligo”. En esta vieja y actual cultura no es bien visto que un varón llore o denuncie violencia de género. Pero pasa. Y en edad de vejez la cosa se agrava. Por los años acumulados, por una cuestión biológica natural, las personas mayores experimentan debilidades físicas y es ahí cuando se potencia la probabilidad de que exista un mayor índice de varones víctimas de violencia de género u otras, en contraposición a varones jóvenes, que son quienes más ejercen violencias. “Sin lugar a dudas es así. Tanto hombres como mujeres mayores son más vulnerables a la violencia, sobre todo en aquellos casos que existe dependencia física y eso aumenta con la edad. Sin embargo, los hombres denuncian en una proporción mucho menor que las mujeres por razones culturales. Generalmente quienes los maltratan son familiares que viven con ellos y las estadísticas muestran que más del 60 por ciento de los maltratadores son varones”, anota Laura Guajardo.
Años después, Moris, en la canción “Escúchame entre el ruido”, respondía a esta vieja cultura frita: “Ustedes dicen macho, varón y qué se yo, te meten en un molde como si fueras un flan. Para recibirme de hombre, ¿no es verdad?, me tengo que pelear, no tengo que llorar… Hablar de las mujeres como cosas que hay que usar, tener la pose macha y la voz del arrabal. Pero yo bien los conozco, no me pueden engañar, tienen mucho, mucho miedo que los llamen anormal…”.
Solapada: Según la Dirección de Políticas para el Adulto Mayor de la Provincia, hay denuncias por violencia pero no por violencia de género propiamente dicha. “A mi entender, que un hijo varón maltrate, ya sea física, psicológica, económica o verbalmente, a su madre es un hecho de violencia de género. Lo que ocurre es que ‘la violencia’ es un hecho muy complejo donde entra en juego la ‘interseccionalidad’. Es decir que existe una intersección, una superposición de distintos factores que vulnerabilizan a las mujeres, como por ejemplo la edad, el género, la situación económica, la dependencia física. Entonces puede suceder que algún vecino o conocido realice una denuncia porque visualiza violencia verbal y económica sobre una mujer mayor y se la registre de ese modo, pero que en realidad la que está solapada es la ‘violencia de género’”, señala Laura Guajardo.
Un fenómeno femenino
Lo del fenómeno de mayor longevidad de las mujeres también es señalado por la abogada María Isolina Davobe, especialista en temas de vejez. “El envejecimiento está marcado por la femineidad, ya que las mujeres vivimos más. Aproximadamente somos tres mujeres cada un varón en una relación muy simple que estoy haciendo. Hoy tenemos una expectativa de vida de unos 82 años en promedio, y los varones de 78 años, en la Argentina y en el mundo. Con lo cual, cuando hablamos de vejez, hablamos de un fenómeno marcadamente femenino”. Al respecto, la licenciada Laura Guajardo afirma: “Las mujeres vivimos en promedio siete u ocho años más que los varones, por ende en la última etapa de nuestro ciclo vital somos muchas más mujeres que hombres. Si una mira la estructura poblacional, se ve que nacen prácticamente la misma cantidad de mujeres y de varones, pero después de los 70 años la proporción de varones comienza a achicarse significativamente respecto de las mujeres. Según las proyecciones de INDEC para 2020, hay en Argentina 1.899 varones de 100 años y más, frente a 7.934 mujeres de la misma edad. En la provincia de San Juan contamos con 23 varones y 74 mujeres de 100 años y más”.