Revista La U

La prensa gráfica hacia el 17 de octubre del ‘45

El día en que nació el movimiento peronista con la histórica movilización obrera reclamando la inmediata libertad de un líder en ascenso, ya existía en los medios gráficos luchas de clases hacia dentro de las empresas periodísticas, iniciadas varios años antes. En el centro, una conquista epocal: el flamante Estatuto del Periodista.

Por Fabián Rojas

La historia dice que el 7 de julio de 1944, desde Presidencia de la Nación, se anunciaba que el coronel Juan Domingo Perón se convertía en el vicepresidente de Edelmiro Farrell. Ya había sucedido la catástrofe sísmica sanjuanina, Eva Duarte ya había aparecido en su vida y el hombre nacido en Lobos, Buenos Aires, ya había ejercido como secretario de Trabajo y Previsión y como ministro de Guerra. A esa altura, Perón contaba ya con la empatía de la base de la pirámide productiva, a partir de múltiples señales emitidas hacia trabajadores y trabajadoras materializadas en conquistas de derechos. Así llegó 1945 y, del otro lado de la grieta, estaba Spruille Braden, embajador de Estados Unidos -quien detestaba el ascenso del nacionalismo argentino, encarnado por Perón-, y los históricos grupos de poder de la Argentina. Braden fue quien ayudó a conformar la Unión Democrática, integrada por radicales, socialistas, comunistas y demócratas progresistas, que de alguna manera expresaban a la vieja oligarquía y a gran parte de la clase media urbana. Estudiantes universitarios también se sumaron a ese bloque luego de que Farrell cesanteara a titulares de cátedras. El objetivo de la oposición, que incluía a la Marina, era sacar al coronel, al que consideraba sostén del régimen. Perón defendía las conquistas logradas y al gobierno; la Unión Democrática marchaba, como en la Marcha de la Constitución y la Libertad del 19 de septiembre de 1945, que congregó unas 200 mil personas.

El 8 de octubre de ese año, militares de Campo de Mayo al mando de Eduardo Ávalos exigieron la renuncia y detención de Perón. Cinco días después, el Ejército lo trasladó a una celda de la Isla Martín García y, hacia el 16 de ese mes, trabajadores/as del país comenzaron a clamar por la libertad de Perón. Fue el mismo día en que médicos del Ejército lo trasladaron a Capital Federal para realizarle una revisión de su salud. Y fue así en la madrugada del 17 de octubre de 1945 cuando miles y miles de trabajadores/as arribaron a la ciudad, provenientes de zonas periféricas, desde el áspero mundo de las máquinas y del overol. Eran los/as tildados/as por la porteñeidad como “cabecitas negras”. Querían la vuelta de Perón. Le expresaban lealtad. Comenzaba el Peronismo.

La información, una industria 

El romanticismo de aquella revolución del 17 de octubre fue la antesala a la primera presidencia de Juan Perón en 1946. Esos, y los anteriores, fueron años en que Argentina era realmente una potencia en producción de periodismo gráfico. Por ejemplo, según el trabajo “Prensa y peronismo – Discursos, prácticas, empresas 1943-1958”, hacia 1935 los medios impresos Crítica, Noticias Gráficas, La Prensa, La Nación y El Mundo mantenían una circulación que superaba los dos millones de ejemplares diarios. En tanto, fuera de la Argentina, sólo un medio gráfico latinoamericano podía exhibir una producción similar, el carioca A Nôite. Y un diario de circulación baja para el contexto porteño, como el socialista La Vanguardia, equiparaba su tiraje con el de los diarios comerciales más vendidos en Chile y en Colombia. En tanto, para 1945 la producción en Argentina ya superaba ampliamente los tres millones de números.

Claramente, lo que denotaba esto era la creciente complejidad tecnológica y la alta capitalización de la industria de los medios gráficos, lo cual iba de la mano de un fuerte incremento de personal de tareas (periodistas, diseñadores, impresores, etc.). Este panorama era lo que los periodistas gráficos ya habían empezado a poner sobre mesas de discusiones, lo que empezó a traducirse en demandas de mejoras laborales y salariales. Es que sucedía que los propietarios, bien entrado ya el Siglo 20 y con nostalgias del Siglo 19, consideraban que los diarios no eran comerciales. No podían asumir que la relación diario-lector se basara en un intercambio mercantil; sostenían en cambio que se trataba de una relación de afinidad espiritual. El trabajo citado señala que en la Buenos Aires decimonónica “los periodistas-propietarios de la prensa facciosa, que habían fundado sus diarios como ‘puestos de combate’ en defensa de intereses políticos y económicos particulares, habían sido reemplazados como grupo social por los empresarios del periodismo, cuyos principales intereses económicos radicaban en los diarios mismos”.

Más allá de la bohemia 

Así se fue forjando una extensa puja por parte de los trabajadores de los medios gráficos, quienes pretendían erradicar de todo imaginario esa concepción puramente bohemia y romántica del periodismo, visión alimentada interesadamente desde la misma patronal. Todo, en medio de contextos autoritarios y conservadores como el de la Década Infame. Pero se trataba de una lucha por derechos que crecía y que rápidamente fue detectada por Perón, por lo que desde noviembre de 1943, en el Departamento Nacional del Trabajo (luego Secretaría de Trabajo y Previsión) se gestaba un acercamiento del gobierno a la prensa. Primero fue la anulación del Decreto 18.407 (del general Ramírez), que amordazaba a la prensa. Luego, el 25 de marzo de 1944, creó el Estatuto del Periodista, a través del Decreto 7.618. “El estatuto significó un giro fundamental, tanto en la forma en que el régimen militar proseguía sus relaciones con la prensa como en el status jurídico de los periodistas y de los propios diarios. Más que un simple intento por ‘cooptar’ a este sector por medio de aumentos salariales, el Estatuto dio fuerza de ley a la concepción de los periodistas como trabajadores, a la de los propietarios de diarios como jefes de empresas comerciales y a la visión del rol benévolo del Estado en las salas de redacción (…) El Estatuto del Periodista constituyó una de las primeras medidas elaboradas por la flamante Secretaría de Trabajo y Previsión encabezada por Perón”, señala “Prensa y peronismo – Discursos, prácticas, empresas 1943-1958”. El 18 de diciembre de 1946 se sancionó la Ley 12.908 que se conoce como el Estatuto del Periodista Profesional, la cual ratificaba el Decreto-Ley 7.618/46 del 25 de marzo de 1944.

Nada es absoluto

James Cane, en el mencionado trabajo “Prensa y peronismo …”  apunta que el apoyo al gobierno generado por el decreto que fijó el Estatuto no fue uniforme ni del todo duradero. Refiere que muchos de los periodistas que alabaron la política social de Perón en 1944 se mantuvieron en silencio relativo durante la polarización política de mediados de 1945 (entre peronistas y la Unión Democrática). Dice que otros, como el socialista Leandro Reynés, presidente de la FAP (Federación Argentina de Periodistas) al momento de decretarse el Estatuto se pusieron del lado del movimiento peronista en formación. “Fue el peronismo, entonces, el que tuvo no sólo la capacidad institucional, sino también la legitimidad ideológica suficiente para insertarse con habilidad en las importantes fisuras existentes entre periodistas y propietarios, entre diarios débiles y económicamente poderosos y entre la prensa tradicional y el público peronista”, dice el autor.

Pero el texto también toma lo dicho por Perón alguna vez, aquello de que mientras en 1946 se ganaron las elecciones con todos los diarios en contra, en 1955, cuando estuvieron a su favor, se produjo el derrocamiento del régimen. “En efecto, sólo La Época lo había acompañado en su ascenso mientras que los matutinos El Mundo, Clarín, La Nación, La Prensa y los vespertinos La Razón, Noticias Gráficas y Crítica, como la abrumadora mayoría de los medios regionales y locales, habían apoyado a la Unión Democrática”, recuerda.

 

La multitud de la tapa

Realmente fue el nuevo diario La Época el que dio la marca distintiva aquel 17 de octubre. En la calle desde hacía sólo un mes, proclamaba en su tapa: “Perón fue ungido presidente por un millón de argentinos en Plaza de Mayo”. El título principal de la tapa del diario Crítica, decía: “Grupos aislados que no representan al auténtico proletariado argentino tratan de intimidar a la población”. El diario La Razón, en la misma tarde, negaba la espontaneidad de la movilización obrera hacia el centro de la ciudad: “Grupos armados obligaron a abandonar el trabajo a los obreros de diversas fábricas”. Mientras, Noticias Gráficas, describía a su manera: “Agitada reunión frente a la Casa de Gobierno”. Por su parte, Clarín, que por ese tiempo llevaba apenas más de un mes en la calle, no apareció el 18 de octubre. Ese mismo posterior día, La Nación hablaba del 17 de octubre como una “inquieta jornada”. El diario El Mundo, señalaba: “Compulsivamente provocóse el paro de actividades en localidades bonaerenses”. Y La Prensa mostraba las renuncias de los ministros de Guerra y Marina e informaba que, desde los balcones de la Casa de Gobierno, “hablaron el primer magistrado y el coronel Perón”.

En su libro Paren las rotativas, el periodista Carlos Ulanovsky detalla: “Bernardo Neustadt tenía 20 años cuando le tocó cubrir los acontecimientos del 17 de octubre del ‘45. Su crónica de la movilización popular, producto de lo que había observado en las calles, no fue publicada ya que los editores de El Mundo la consideraron tendenciosa. Según afirma su biógrafo Jorge Fernández Díaz, Neustadt quedó vivamente impresionado por el acto y ese día se hizo peronista. El imparable ascenso de Perón hacia la presidencia de la Nación coincidió con el ascenso del periodista dentro del diario, pues en ese momento pasó de cronista ‘en capilla’ a periodista acreditado en el Parlamento. En su autobiografía, Neustadt dice que, tras leer los diarios de las cuarenta y ocho horas siguientes del movimiento, se dio cuenta de que ‘el periodismo equilibrado no existía’”.

Fuentes:

– Juan Perón – Ese Hombre (María Seoane y Gisela Marziotta)

– Prensa y peronismo – Discursos, prácticas, empresas – 1943-1958 (María Liliana Da Orden y Julio César Melon Pirro, compiladores)

– Paren las rotativas – Una historia de grandes diarios, revistas y periodistas argentinos (Carlos Ulanovsky)

Imagen de portada: Fuente Télam

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