En esta nota, el autor desarrolla las razones del olvido, supresión y/o marginación de uno de los más grandes intelectuales del interior del país en lo que va de nuestra historia, a través del cual queda reflejado este fenómeno que ha acompañado el derrotero de nuestra colonización pedagógica y epistemológica en detrimento de un pensamiento y una cultura profundamente nacional y latinoamericana.
Por Elio Noé Salcedo
Se ha dicho que Saúl Taborda -el pensador, literato y pedagogo nacional de Unquillo, Córdoba- fue un escritor marginal y que “su marginalidad deriva de su explícito y constante propósito de ubicarse como un pensador de frontera”. Sucede que, para algunos, las fronteras de la cultura terminan en Europa, en tanto Europa representa la “cultura universal”. De ello resulta que Nuestra América está fuera de las fronteras culturales y deviene en “marginal” a la cultura “universal”. En ese caso, pensar en América Latina y, sobre todo, pensar “desde nosotros mismos” y por nosotros mismos, nos convierte en “pensadores de frontera”. Taborda fue “un pensador marginado” y nunca “marginal”, y mucho menos “oscuro”, como se lo suele caracterizar.
Por el contrario –tal como lo reivindica el Dr. Roberto A. Ferrero, historiador y, en este caso, su mayor biógrafo-, Taborda “intervino en todas las formas posibles en el proceso cultural de su época y trató de influirlo: publicó libros y revistas a su costa; dictó conferencias en las principales ciudades del país y en muchas de las provincias; fue orador de barricadas, de cátedra y de Consejos Académicos; escribió y presentó proyectos de reformas políticas docentes; programó una Universidad; dirigió un Instituto Pedagógico; colaboró con revistas y periódicos de Córdoba y de Buenos Aires; actuó como hombre de consulta del estudiantado reformista; suscribió manifiestos y comunicados; concedió entrevistas y contestó cuestionarios”, aparte de haber sido Rector del Colegio Nacional de La Plata y docente universitario, de promover la instalación del Seminario de Filosofía y Cultura General que preanunciaba la creación de la Facultad de Filosofía y Humanidades en la Universidad de Córdoba y de cursar estudios de especialización filosófica y pedagógica en las universidades de Marburgo, Zurich, Viena y París.
No obstante ello, el pensamiento de Taborda y su visión nacional de la historia y la cultura, que comenzó a elaborar después del ‘30, no solo han sido insuficientemente difundidos sino prácticamente olvidados o suprimidos, a pesar de sus contribuciones al pensamiento nacional, a las letras, a la pedagogía, la historia, la filosofía y las ciencias en general, cuando, en realidad, es considerado por su biógrafo principal en la misma dimensión del magisterio patriótico de Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz y Manuel Ugarte. ¿Cuál es entonces la razón de su “marginación”?
La razón semicolonial
Si hiciéramos un sumario de las razones por las cuales Taborda es todavía desconocido, no reconocido, o aparece como un escritor o pensador de segunda o de ninguna importancia, no sería osado responder, en primer lugar, porque era provinciano. Ser gaucho –como bien decía Hernández en el “Martín Fierro”-, ser provinciano o del Interior, o ser “cabecita negra”, ha sido un estigma difícil de sortear en la sociedad y la cultura oligárquica de estos poco más de dos siglos de existencia nacional.
En segundo lugar: porque pensaba, aunque no desde el punto de vista que lo hacía la mayoría de los intelectuales de izquierda o derecha, escritores o tinterillos de la época. A propósito, afirma Santiago Monserrat, que Taborda era marginado porque fue un pensador de verdad.
En tercer lugar, podríamos afirmar que Taborda sería marginado del paraíso oficial de la cultura y de la fama porque era original y sensato, pues como enseña el profesor Enrique Lacolla –eximio estudioso nacional e internacional cordobés-, “si no se piensa el mundo a partir de sí mismo es imposible comenzar a aprehenderlo comprensivamente. La consecuencia de una visión excéntrica de las cosas es la alienación de la realidad”.
En cuarto lugar, Taborda resultó marginado porque era un pensador heterodoxo, no dogmático, y con aparente ambigüedad o contradicción en sus ideas y pensamientos, como ha dejado dicho el filósofo Carlos Alberto Casali en su tesis doctoral “La filosofía biopolítica de Saúl Taborda”. Sucede que el pensamiento no lineal, que hace frente a la contradicción y a la dialéctica de la vida y de las cosas, como sostuviera en la primera mitad del siglo XX un famoso psiquiatra, forma parte de las mentes lúcidas e inteligentes como la de Saúl Taborda.
En quinto lugar –aunque este orden solo tiene un propósito didáctico o comunicativo- porque su pensamiento rompía con el molde europeísta y sarmientino (o sea pro europeo).
Y en definitiva, porque su pensamiento era nacional en su matriz y popular en su alcance. Y como nos confirma Adelmo Montenegro, otro de sus discípulos, “en aquellos años –y se refiere particularmente a la Década Infame- estaba prohibido o poco menos, hablar de lo nacional en los núcleos mejores del país”. Incluso el gobierno había prohibido la circulación de su revista periódica “Facundo” en 1940, porque “comunalismo” –su propuesta federalista- sonaba a “comunismo”.
Podríamos agregar a todas esas razones, que Taborda era marginado por el aparato cultural de su época (y de alguna manera lo sigue siendo en una cultura imitativa, repetitiva, servil y extranjerizada), por su noción de pertenencia, por la mirada y la perspectiva propia de su pensamiento, por su compromiso con el entorno y con sus paisanos -no muy del gusto de la prensa y la cultura elitista oligárquica o no nacional-, por su indiferencia hacia el aparato cultural que lo marginaba, por su independencia material y espiritual; porque se reconocía como hijo de una familia nuestra, de un lugar nuestro, de su propio pueblo e incluso de su propia época; y también por su rebeldía, espíritu crítico, disconformidad con el estatus quo, que llevó a reconocer en su tumba, al menos, que Taborda vivió y pensó para su tierra.
La exclusión de Taborda, como señala su principal historiador y biógrafo, “no se debió en última instancia a factores de orden personal, sino a la confluencia de fenómenos sociales y políticos de gran envergadura”. Gravitaron sobre él y la generación que inició con él la crítica a la alienación cultural, grandes fuerzas político-ideológicas locales e internacionales que dominaban la escena nacional en los años posteriores al gobierno de Alvear, cuando las clases medias habían alcanzado su objetivo democratizador en las Universidades, pero se desentendían del destino del país.
Caído Yrigoyen, con el apoyo de esa misma clase media que el caudillo popular había ayudado a dignificar, y sin un gran movimiento nacional que los contuviera, los ensayistas, escritores y filósofos nacionales no pudieron resistir y se doblegaron en una u otra dirección, según las ofertas ideológicas del momento –socialista, comunista, fascista o liberal-, aunque ninguna auténticamente nacional.
Por su parte, la generación antipositivista y también “de la Reforma”, a la que había pertenecido Saúl Taborda, abandonaron sus propósitos de profundizar y clarificar los puntos de vista nacionales que habían esbozado en la etapa anterior y se adaptaron también al régimen fraudulento y entregador establecido (1930 – 1943), conformando el nuevo elenco que en los medios académicos, en el libro, en la prensa ilustrada y en los círculos culturales –sin olvidar el magisterio- reemplazó a los antiguos apóstoles del liberalismo europeo.
Los que como Taborda no se entregaron a las solicitaciones de la época, debieron permanecer en terrible soledad y silenciamiento público, y aún están siendo redescubiertos en su figura y en su pensamiento, que nos expresa a todos los argentinos y latinoamericanos de buena voluntad.
Obras consultadas: Roberto. A. Ferrero (1988). Saúl Taborda: De la Reforma Universitaria a la Revolución Nacional. Córdoba: Alción Editora; Enrique Lacolla (1998). Reflexiones sobre la Identidad Nacional. Ediciones de “Córdoba en América Latina”.