La percepción de riesgo científica no siempre coincide con la social. Es decir, la comunicación en salud debe gestionar lo objetivo del aporte de las ciencias de la salud y lo subjetivo de las poblaciones. En esta intersección, hay mucho por hacer.
Jorge Segovia, comunicador y docente de la UNSJ, fue asignado a una beca del Ministerio de Salud de la Nación, que por primera vez incorpora una línea de investigación en comunicación. El caso de estudio es el de la Viruela Símica, más comúnmente conocida como “Viruela del Mono”. La enfermedad generó controversia respecto a la comunicación epidemiológica y la estigmatización de algunos grupos vulnerables, por eso se busca abordar la temática desde la comunicación.
El trabajo lo está realizando con Laura Saavedra, del Departamento de Ciencias de la Comunicación, Diana Bruno y Laura Noguera, psicólogas de la Universidad Católica de Cuyo del Instituto de Psicología Básica y Aplicada, y Cecilia Farré, comunicadora del Ministerio de Salud de la Nación, formada en Comunicación de la Ciencia. Este equipo se orientará a analizar cómo fue la comunicación epidemiológica de esta enfermedad para luego trabajarlo con grupos focales para consignar si los mensajes fueron estigmatizantes. Finalmente, se entregaría una propuesta de lineamientos comunicacionales para utilizar en casos de que surjan otras enfermedades similares.
La Viruela Símica es una enfermedad vírica poco común que aparece principalmente en África Central y Occidental, donde ahora es endémica (que afecta habitualmente a esa región), pero que en mayo del 2022 empezó a aparecer en todo el planeta.
Esta infección se produce por contacto directo con la sangre, los líquidos corporales, las lesiones de la piel o las mucosas de animales infectados. Y se contagia de persona a persona mediante los mismos tipos de contacto.
Si bien la mayoría de las/os pacientes con viruela símica se recuperan favorablemente, la desinformación y el estigma se volvió un problema con esta enfermedad y puede producir discriminación.
Por esta razón, el Ministerio de Salud de la Nación armó un equipo de investigación en comunicación para paliar el problema.
Según comenta Segovia la comunicación del VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) trajo, y esto es hasta el día de hoy, un cúmulo de trabajos científicos vinculados a la información preventiva y de la enfermedad. Los avances científicos, la información epidemiológica y las acciones de educación, promoción y prevención se convirtieron en campos de desarrollo. Y es que hace cuatro décadas atrás, cuando comienza la propagación del virus, la estigmatización se convirtió en un elemento crucial a tener en cuenta a la hora de comunicar. Cerrar a grupos o púbicos específicos la enfermedad o vincular prácticas o conductas consiguió “señalar o delimitar” grupos de riesgo, pero no necesariamente generó conductas preventivas.
Advierten que una comunicación excluyente no genera conocimientos, actitudes y prácticas que mitiguen las consecuencias de una propagación sino más bien delimita a un grupo o colectivo, que generalmente es vulnerable, sin pensar en una comunicación de riesgo planificada y adecuada a cada comunidad. “El riesgo de la estigmatización sobre la enfermedad y los enfermos/as lo vivimos también con el COVID-19 con los primeros contagios, señalando a las adolescencias como peligro de contagios, al extranjero, etcétera”, señala Segovia.
La comunicación sobre Viruela Símica (VS) puso en la mesa el debate sobre la información epidemiológica vigente y los riesgos de estigmatización. Esta información epidemiológica y la casuística de casos hacían referencia a grupos específicos como afectados con el consecuente riesgo de señalar y expulsar más que lograr incrementar el diagnóstico preventivo. Segovia explica que el aislamiento, la discriminación y hasta la criminalización son algunos de los aspectos que son, a veces, asociados a la forma de contagio vinculado a prácticas sexuales: “El alerta de la comunicación sobre VS posicionó al debate lo aprendido de la estigmatización hace más de 40 años con el VIH. Los colectivos LGTBIQ+ aparecen asociados vinculando además creencias, prácticas y subjetividades que no se corresponden con las realidades y que generan desinformación en detrimento de la promoción y prevención de la salud en la comunidad”.
Para que esto no suceda, el entrevistado insiste en que el debate es parte del aprendizaje y de la solución. El enfoque de Derechos Humanos en las Ciencias Sociales, y en especial en el campo de la comunicación, se hace necesario ante una sociedad mediatizada e “infoxicada”. Escuchar es parte de la comunicación. Escuchar a la comunidad, en especial a los grupos más vulnerables, permite construir nuevas formas de comunicación.
A su vez, Segovia indica que la comunicación se convierte en clave para las políticas sanitarias y sus acciones. En el 2004, el ex director general de la OMS, Dr. Jong-wook Lee, manifestó que se habían obtenido grandes éxitos en el control de los brotes epidémicos, sin embargo, recientemente se había comprendido que la comunicación es un elemento tan necesario para el control de las epidemias como lo son los análisis de laboratorio o la epidemiología. La necesidad de información de la población, la velocidad de propagación de virus, como lo vivenciamos con el COVID-19, los avances científicos, entre otros factores, confluyen en la toma de decisiones que requieren planificar la comunicación de riesgo y crisis sanitarias. El objetivo es tener la capacidad de llegar a las poblaciones vulnerables en el menor tiempo posible, con mensajes que generen confianza para priorizar hábitos de prevención y que necesariamente den respuesta a las necesidades de información del público meta.
Por otro lado, el entrevistado explica que el riesgo, se debe abordar atendiendo a la percepción social del peligro y sus consecuencias. Esta debe contemplar aspectos cualitativos como las percepciones y creencias individuales como la opinión pública de una comunidad. La percepción de riesgo científica no siempre coincide con la social. “La comunicación en salud debe gestionar lo objetivo del aporte de las ciencias de la salud y lo subjetivo de las poblaciones. En esta intersección, hay mucho por hacer”, aclara Segovia.
Como marca el becario, estas investigaciones en el campo de la comunicación y la salud poseen una trayectoria que ha posibilitado un bagaje para el logro de acciones más efectivas que buscan mitigar daños en las poblaciones. La planificación de la comunicación de riesgo tiene como desafío la preparación de acciones específicas de coordinación con la comunidad: “Adentrarnos en la percepción de riesgo de las personas se convierte en objetivo para el desarrollo de una comunicación en salud más efectiva. Los avances de la ciencia deben ser comunicados y la especialización de comunicadores en el ámbito de la salud aporta guías para edificar comunidades saludables. La infoxicación, las noticias falsas y la personalización de la comunicación a través del teléfono se presentan como desafíos en la elaboración de acciones que apunten a la movilización y participación social como objetivo de la comunicación en salud”.
Para lograr una mejor comunicación sobre los riesgos de esta enfermedad, este equipo interdisciplinar ha comenzado con la etapa de una aproximación al estudio de recepción, con técnicas grupales, que bajo múltiples estrategias busca relevar el conocimiento, las percepciones y creencias desde lo individual, en grupos pequeños y en lo comunitario. Generar lineamientos para la comunicación de VS permite finalmente brindar un aporte para esta y otras enfermedades en la búsqueda de acciones de prevención y promoción de la salud efectivas que apunten al bienestar individual y de la sociedad.