Cuatro vidas, cuatro historias que son referentes cada una en su tiempo.
Por Susana Roldán
Curiosamente, el Día Mundial de la Poesía, que se celebra cada 21 de marzo, no festeja el nacimiento ni la muerte de nadie, lo cual ya de por sí es bueno. La Universidad Nacional de San Juan, tanto desde su faz académica como desde la creación, siempre se ha ocupado de poner en valor la producción de artistas locales, haciendo conocer sus obras, hayan transitado o no por las aulas universitarias.
Hoy, en especial, la intención es poner en valor -aunque el valor intrínseco ya lo tienen- a cuatro mujeres que, cada una a su manera, representan lo más bello de la poesía local y son exponentes de distintos tiempos y diferentes maneras de decir. Cada una de ellas, sin duda, no sólo se rindió a la creación, sino que las cuatro le pusieron el cuerpo a esa experiencia vital que es la poesía y que, con absoluta generosidad, compartieron al mundo.
Hay muchas más, pero la selección en esta oportunidad, incluye en una especie de “foto” sin tiempo y sin espacio, a Reyna Domínguez, Ofelia Zúcoli, Lizzie Gallo y Clarita González.
Reyna Domínguez
Gracias a la generosidad de su compañero, José Podda, es que hoy podemos compartir esta poesía sobre la poesía que escribió Reyna. Dejó este plano el 1 de septiembre de 2021, pero su ser se perpetúa a través de sus obras y su pensamiento, que quienes la amaron y la aman se encargan de mantener vivo.
LA POESÍA
Es una voz
que viene y se va
nadie la ahuyenta
nadie la convoca
Se ha perdido
el llanto de la madre
nadie encuentra bajo la tierra
al hijo llorado
a la hija llorada
niños y niñas enfilan pasos
hacia la escuela
la maestra envuelve palabras
vacías en celofán
mascan la tarde
enmascaran la ausencia del alguien amado
metidos en el fondo de sus bolsillos
dados vuelta
a pesar de esa obsesiva madre
callada de amor.
Se me va la palabra
Una vez que tomo tinta
se me va la palabra
es que hay que estar
a secas
en el aire pensativo
para que sin arma que te asista
te trague el presente
sin nada que tratar
con eso
que llaman la eternidad.
Lizzie Gallo
Atravesada por el dolor, Lizzie Gallo tomó la decisión de dejar este mundo en el siglo pasado.
Su vida transcurrió siempre ligada a la literatura, publicando numerosos libros como “Cántico azul”, “La nada plena”, “En pie de sueño”, “La misión” y “Jardín de piedras”.
Porque eramos niños
Y desmontábamos cielos
Sin destronar la aurora
Y vivíamos el viento
Y las tardías golondrinas
Que desesperan
Primavera
Estábamos allí
Con un canto nuevo
Cada día
Manteniendo las estrellas
Y el sendero
Y una blanca conquista
De siembra inadvertida
Ofelia Zúcoli
Nació el 1 de abril de 1913 en Calingasta, lugar al que dedicó sus más bellas creaciones. De todas ellas, tal vez la más conocida sea “Ya viene soplando el zonda”. En 2023, la Cámara de Diputados de San Juan reeditó, a modo de homenaje sus obras completas.
Ya viene soplando el Zonda
Cuando el Villicum se enciende
y las calandrias se ahogan
cuando la sed de la acequia
enloquece a las palomas,
por el norte, tierra y fuego,
ya viene soplando el Zonda.
¿Quién ha dejado en el aire
ese volcán que solloza?
¿Quién muerde el racimo, y quema
la ternura de las hojas?
Caliente, caliente vino
va derramando su boca.
Todo San Juan es un grito
¡Uh!…¡Uh!…¡Uh!…¡Uh!…
¡Ya viene soplando el Zonda!
¡Ya viene soplando el Zonda!
¡Ya viene soplando el Zonda!
Clarita González
Su verdadero nombre es Delia Beatriz González, pero el mundo la conoce como “Clarita”. La docencia es uno de sus amores, y reconoce que la poliomielitis la hizo más fuerte, “me dio las palabras para andar por los renglones” expresó. Entre sus obras se encuentran “¿A que no saben quién es la bruja?», «Poesía I, Los niños de mi país», «Transparencias”, “Contra todo naufragio o terremoto”, «Para hechizarte mejor», «30 años, 30 historias» y «Antología de Cuentos Concurso San Juan Escribe».
Con tu aguja de punta para brocatto
Enhebro hilos de seis hebras
que se enroscan en el costurero.
Hurgo entre los carreteles perlados, los dedales, las tijeras
Y me digo que voy a comenzar por el hilván.
He dispuesto el centro de mi misma sobre la mesa,
Me he colocado guantes de nieve
Espero a que cesen los latidos
En ese bosque enmarañado de bronquios
Con huracanes, tornados
Entierro la punta afilada
Y voy de tramo en tramo
Labrando una cadenita
Que suture
Que empape los desgarros
Elijo una gasa de flores del herbario
Un algodón evita el torrente
Y con ambas manos
Rearmo ese diminuto pájaro que en mi pecho
Ha sido hecho pedazos.
Iré por la calle con un hueco rojo
Y otro día
Cuando venga el sol hecho una furia
Bordaré mi costado.