
Fotografía: Fabián Rojas
Por Alejandro E. Salazar Peñaloza[1]
Hernández y su Martín
Hombre polifacético, José Hernández, es uno de los intelectuales más importantes del s. XIX., aunque desconocido de su trayectoria. Este personaje, no solo fue un gran escritor, su vida estuvo marcada por la defensa de las ideas federales.
Nacido el 10 de noviembre de 1834, sus ojos siempre se posaron en el campo, un espacio que dio vida a la Argentina.
Parte de su niñez y juventud estuvo cerca del campo, del hombre del campo, de aquel otro personaje que llamamos “Gaucho”.
Emparentado con la familia Pueyrredón, de largo linaje político porteño, su ideología política lo puso siempre al lado del Partido Federal, como militar de Juan Manuel de Rosas; luego de José Justo de Urquiza y, por último, de López Jordán. Como hombre de pluma filosa, no dudó en atacar al unitarismo y al incipiente liberalismo.
Opositor acérrimo de Sarmiento, entendía que lo nacional se construía en la base federal de sus pobladores, aquellos que desde el campo contribuían a una nación en pañales. Mientras, el sanjuanino pensaba que la nación debía responder a un sentido de civilización a la europea, de orden y progreso donde no todos tenían el lugar asegurado.
De su pluma y su tinta, nace Martín Fierro, una de las obras literarias más leídas, calificada como obra gauchesca, presenta una radiografía antropológica-política del “Gaucho”. Esta historia contada en poema, desnuda la vida de Fierro, gaucho que vivía feliz con su familia hasta que por medio de una leva forzosa es reclutado y llevado a la frontera para luchar contra el “indio”. Luego de desertar y volver a su casa, encuentra la pena de la soledad (sin su mujer y sus hijos), el dolor lo convierte en un gaucho matrero (pasa a la ilegalidad). Al vivir una serie de episodios se une a Cruz (su amigo), con quien termina viviendo con los “indios”. En la segunda parte, la Vuelta de Martín Fierro, se producen diversos incidentes que reconfigurarán el carácter del personaje, donde la muerte, el dolor y la esperanza son parte de esta secuela.
La obra nos plantea sin duda alguna una realidad “enajenada” del centrismo porteño que solo mira a una Europa “civilizada”, y que indiscutiblemente se convierte en el modelo a copiar por la oligarquía terrateniente. Es así que Fierro encarna el “viaje del héroe”, donde traza lo “no-dicho”, lo bárbaro, lo incivilizado, poniéndolo como parte de una “tradición” negada.
Tradición nacional
El llamado Día de la Tradición se celebra en Buenos Aires desde 1939, y mediante la Ley nacional 21.154, de 1975 queda oficializada en el país.
El concepto o noción de “tradición” es variada, sin embargo, apunta directamente al conjunto de valores, preceptos, ideas, rituales, materiales que se constituyen como elementos de anclajes o cohesión a un pasado “idealizado” o que se construye con el inconsciente colectivo. Es común usar la palabra folclore como sinónimo, ya que la misma refiere a aquello que viene del pueblo (entiéndase pueblo como sector constructor de una historia colectiva).
En la Argentina el festejo de la Tradición Nacional evoca indefectiblemente a lo gauchesco y a todo aquello que se relacione directamente con esto. Es común para esta celebración encontrar a grandes y niños usar “ropajes” propios de su cotidianidad, preparar algunos alimentos comunes y, por supuesto, no puede faltar el mate y sus danzas.
Sin embargo, al reflexionar debemos adentrarnos a otro plano y preguntarnos cómo se construyó la identidad nacional y cuánto de lo que llamamos tradición argentina no es ni más ni menos que una mixtura de elementos culturales que provienen de diferentes matrices culturales que se han acumulado históricamente. Pensemos en el mate, una bebida creada por los indígenas. La guitarra instrumento musical traído por los españoles. El uso del caballo, animal que llegó de Europa. Las danzas folclóricas no son ni más ni menos que una amalgama de movimientos indígenas, hispánicos, afros y de diversas migraciones que llegaron a este territorio.
Lo que llamamos tradición es, sin duda alguna, el producto de la diversidad cultural que se ha convertido en un patrimonio que como sociedad queremos preservar como inmutable y “puro”, algo que no es posible, porque como especie nuestra mayor virtud es la creación de cultura y sabemos que la cultura es cambiante y dinámica.
De la tradición a la globalización y el producto de la hibridación cultural
La globalización como categoría ha sido analizada por diversos especialistas, por su polifacética interconexión de elementos diremos que es una convergencia de procesos sociológicos-económicos-políticos que genera nuevos flujos e interconexión de estructuras supranacionales (García-Canclini, 2019).
Esta incidencia del proceso de globalización que se acentúa en el mundo a partir de 1970 genera, sin duda alguna, nuevos y dinamizados procesos culturales.
En este sentido, volvemos a pensar en lo anterior: la tradición es para la sociedad nacional un elemento que se fija como un tipo de anclaje cultural; la globalización viene a “proponer” multinacionalidad, es decir, una universalización de valores y prácticas que son apoyadas por los diferentes medios de comunicación (redes sociales, apps, canales de tv, streams) que socaban las barreras (identitario). Esto nos pone en un lugar de meros consumidores de “otras tradiciones” que ganan territorio y pasan a la cotidianidad sin filtro previo. Uno de los ejemplos más actuales es la celebración de Halloween, donde los disfraces y la propaganda ajenos a “nuestras tradiciones” ganan lugar (sobre todo en los más chicos) pero no de una manera religiosa sino de una manera de consumo, es decir, como un tipo de cultura de masas (Colombres).
Aquello que llamamos tradición y que custodiamos celosamente es acosado por “nuevas prácticas” que provocan un tipo de hibridación cultural, es decir, eliminamos la barrera permitiendo que otras formas de tradición ingresen, produciendo la ruptura del arquetipo “tradicional”, generando nuevas identidades culturales. Así sostenemos entonces que la cultura y las tradiciones no son fijas (o inmutables) sino que su dinámica genera nuevos patrones de comportamientos.
Por lo tanto, lo que llamamos “tradición” no es más que un proceso de hibridación anterior, que se convirtió en un tipo de matriz identitario (usado por las sociedades nacionales del s. XIX) y que hoy está atravesando nuevas hibridaciones, con un grado de aceleración poco conocido.
A modo de cierre (… pero no de conclusión)
Martín Fierro encarna aquello que para pleno siglo XIX es representación de lo llamado autóctono, de aquello que no pertenece a lo “extranjerizante”, aquello que se aleja del proyecto nacional-moderno. Hernández no deja nada al azar de una protesta política que en verso y en rima es una estocada directa a un modelo que él no acepta. Cada personaje encarna lo invisible de un país que se centra en Buenos Aires.
El festejo del Día de la Tradición se impone como un hecho que busca legitimar aquello que nos hace argentinos, romantizando una identidad construida por diversidades, algunas ensalzadas y otras negadas (como las identidades indígenas-afros-inmigrantes), pero que sin duda alguna, nos deja ver que no somos un crisol de razas, sino todo lo contario: una diversidad latente, presente y cambiante.
La globalización fortalecida a finales del sesenta y sostenida hasta la actualidad nos invita a reflexionar sobre la idea de “pureza cultural” y la hibridación cultural como el resultado de procesos que se aceleran con el avance del mercado y las comunicaciones. Pensar en barreras identitarias es buscar los anclajes de saber quiénes somos en un mundo que nos “invita” a un cambio acelerado.
Pensar en la Tradición como un valor positivo e inmutable de las sociedades nacionales (latinoamericanas), es un sentir de doble filo, es positivo porque permite acentuar valores transmitidos que hacen a la identidad, pero también corremos el riesgo de generar una idea de superioridad que nos puede llevar a la intolerancia como respuesta.
Bibliografía
- Vega, C. Acerca del Origen de las Danzas Folclóricas. En: Colección Universidad Católica Argentina
- Hernández, J. (2003) Martín Fierro. Buenos Aires. Artes Gráficas Rioplatenses.
- García Canclini N. (2010) Culturas Hibridas. Estrategias para entrar y salir de modernidad. Buenos Aires. Paidos.
- Bauman Z (2013) La cultura en el mundo de la modernidad líquida. CABA- Fondo de Cultura Económica
- Grimson A (2011) Los límites de la cultura. Crítica de la teoría de la identidad. Buenos Aires. S.XXI
[1] Magister en Historia- Prof. Titular de la Cátedra de Antropología Cultural- Dpto. Historia-FFHA-UNSJ// Prof. Titular de Cátedra de Historia de la Cultura- Facultad de Derecho y Cs. Sociales U. Católica de Cuyo// Director del Programa Universitario de Asuntos Indígenas (PUAI)- FFHA-UNSJ