Los hombres de la Universidad valen por los ideales que sean capaces de despertar en la juventud". Con palabra galana de tribuno el doctor Alfredo Palacios, primer diputado socialista de Latinoamérica, electo en Argentina, aplaudió en 1928 el apoyo de los estudiantes de la Universidad de La Plata a la designación del ingeniero Félix Aguilar, para director del Observatorio Astronómico de esa casa de estudios.
"Debe ser nombrado en homenaje a su capacidad científica e integridad moral", estamparon los alumnos en actas del Consejo Superior. Lo consiguieron. Y saludaron al maestro admirado, al que respetaban pese a no ser reformista.
En San Juan tenemos una calle, una escuela y un observatorio astronómico con sede en Chimbas, con el nombre "Félix Aguilar". Pero pocos saben quién fue este comprovinciano ilustre, prestigioso astrónomo y geodesta, que aquí nació el 2 de mayo de 1884 y cursó estudios primarios y secundarios, pero se fue a los 20 años para no volver.
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Al irse tenía carácter y hábitos formados, recia personalidad definida. Destacaba por alta estatura, fuerte complexión, frente alta y despejada. Y por sus ojos, de extraña penetración, que para el agrimensor Arturo Martínez, su más devoto alumno, "eran ojos de huarpe, capaces de arrancar el secreto de las lejanías".
En La Plata se diplomó de Ingeniero Geógrafo en 1910, con becas continuó estudiando en París, Roma y Berlín; regresó al país en 1913 y no emigró, le sobraron ofertas. Con los años se convirtió en una personalidad científica nacional, de las más prestigiosas en la primera mitad del siglo pasado. Falleció en La Plata en 1943.
Nos interesa destacar un rasgo de la actuación docente de Aguilar, que tenía un sostén formidable: su convencimiento de que los estudiantes eran la materia prima para el desarrollo científico de la patria, con autonomía. A pesar de sus múltiples obligaciones y deberes, nunca negó ayuda al alumno que se le acercara para consultarlo.
A veces la ayuda fue oculta, muestra de generosidad cabal. Cuando Martínez era alumno destacado y avanzado en Agrimensura, fue a verlo a Aguilar para devolverle libros prestados y anunciarle que se iba al campo a trabajar, porque la falta de recursos no le permitía seguir en la Universidad. Lamentó el maestro que tuviera que interrumpir estudios y le dijo con cierta timidez: "Vea Martínez, yo no dispongo en este momento de un cargo de calculista, o de ayudante para ofrecerle. Pero hay un puesto de ordenanza en el Observatorio, que está vacante. Si usted no tuviera reparos..., por un tiempito, hasta que se presente otra cosa..., sobrentendido que hará trabajo técnico solamente..."
Y Martínez aceptó el ofrecimiento, para iniciar su carrera de investigador en el Observatorio como "portero distinguido". Tuvo un problema 25 años después al requerir certificados para jubilarse, al descubrir que tenía dos años menos de servicio y nunca había sido ordenanza...
Aguilar había creado un puesto de ordenanza ficticio, la vacante existía en su imaginación; pagaba el sueldo de su bolsillo, convencido de que Martínez no aceptaría una ayuda económica directa. Calladamente, a escondidas, hizo posible su carrera astronómica, que resultó ser una de las más notables de nuestro país. |