La Secretaría
de PolíticasUniversitarias
del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología
impulsa el desarrollo de un Proceso de Planeamiento del Sistema
Universitario Argentino. Se requiere a las universidades nacionales
que participen activamente de esta iniciativa para elaborar
y llevar adelante políticas públicas conducentes
a un mejor de-sempeño de las instituciones. La Secretaría
pretende establecer una relación de cooperación
entre Gobierno, Universidades y Sociedad. Nuestra comunidad
educativa debería involucrarse, conforme a este programa,
cuya fecha de conclusión es octubre de 2006.
Este proceso de planeamiento impone
instancias de reflexión. Es ampliamente reconocido
que la formación en general, y en particular la universitaria,
constituye el mecanismo más eficiente para el progreso
y la equidad de un pueblo. Pero debemos preguntarnos si
esta formación la realizamos adecuadamente. Si como
universidad pública, cumplimos con la sociedad que
nos sostiene, si damos respuesta a sus demandas y sus necesidades.
Es imperativo preguntarnos si como estudiantes, como personal
de apoyo, como docentes o egresados cumplimos con lo que
se espera de nosotros.
Hace algunas décadas que la
institución universitaria parece mirarse hacia adentro.
Los rasgos corporativos son dominantes y absorben gran parte
de la energía de sus integrantes, con un beneficio
institucional bajo e incluso, contraproducente. Juan Carlos
Portantiero, al analizar la crisis universitaria, afirma
que ésta abarca hoy las diferentes dimensiones de
la vida universitaria: a) en el nivel administrativo, la
crisis presupuestaria; b) en la dimensión académica,
la crisis de la organización curricular y de competencias
profesionales; c) en la dimensión política,
la crisis de la participación y el debilitamiento
de la autonomía y de la democracia universitarias;
d) en la dimensión sociológica y filosófica,
la crisis de sentido, como crisis de función y de
adaptación ante los imperativos de la modernidad,
pero que desde una perspectiva cultural nos aparece como
un déficit de protagonismo universitario, en un sentido
crítico y creativo, frente a la sociedad.
La universidad pública sometida
a presiones y cuestionamientos, también parece haber
perdido la imagen de sí misma. Entre sus miembros
no hay claridad sobre su misión. Tampoco hay acuerdo
ni hay una percepción definida sobre la magnitud
de la crisis de valores en la que estamos inmersos. Esto
conduce a tener serias dificultades para desarrollar una
política que se proyecte más allá de
una respuesta defensiva, protectora del status quo que tiende
a bloquear cualquier intento renovador. Tal posición
impide realizar los cambios administrativos y académicos
necesarios. Como universitarios deberíamos establecer
un nuevo contrato con la sociedad, recreando el espíritu
público de la institución, en el sentido de
la responsabilidad de la misma en una proyección
que va mucho más allá de lo estrictamente
universitario.
La actitud de autodefensa, del desarrollo
de procesos endogámicos, seguramente producto de
las condiciones socioeconómicas imperantes, se manifiesta
frecuentemente en conductas que, por una parte, apuntan
a deslindar responsabilidades y, por otra, generan un pensamiento
enmarcado en la coyuntura y dominado por la supervivencia.
Para poder generar en nuestra institución planes
y cambios con proyección hacia el futuro es preciso
reflexionar más allá de las problemáticas
reivindicativas que actualmente constituyen el elemento
casi exclusivo en nuestro universo de preocupaciones.
Sólo cuando seamos capaces de
reformarnos a nosotros mismos con generosidad, liberándonos
de algunos mecanismos de protección y de varios privilegios,
podremos reconstruir, con sentido estratégico, una
universidad pública a la altura de nuestra sociedad